Berlín: la ciudad prometida

Existen motivos para ser optimista respecto a la final de la Champions League. No, no me refiero al tridente ni al estado de forma de un equipo que desde el pinchazo contra la Real Sociedad lleva un porcentaje de victorias similar al del equipo de fútbol sala de Kim Jong-Un. Hay razones más poderosas que todo eso: Berlín empieza por B, como Barcelona; es la capital de Alemania, igual que Barcelona es la capital del barcelonés; y la final se disputará en un estadio olímpico, un tipo de estadio que también tiene Barcelona (sí, Turín también, pero no es lo mismo: allí se disputaron juegos olímpicos de invierno).

Sin embargo, hay un motivo que se nos escapa, uno tan oculto, tan difícil de hallar, que no puede más que prometer buenos augurios a los culés. Quizá algunos aficionados ya se hayan dado cuenta de manera inconsciente, sin llegar a entender del todo la trascendencia del dato. Un vistazo a Google Maps nos revela que la distancia en coche del Camp Nou al Olympiastadion es de 1.861 km. Esta cifra, a priori, no sugiere nada, ¿pero qué pasaría si la llevásemos a la realidad?

Imaginemos ese viaje hacia Berlín. En el coche irían cuatro personas para repartir los costes y porque este viaje es de esos que se recuerdan veinte años después (y si no, tu mujer hará que recuerdes ese simpático viaje con tres amigotes por el que tuviste que pedir días de fiesta que en otras ocasiones no pedías para ir a ver un partido de fútbol y dejarte más de mil euros en ello). La probabilidad indica que una de esas cuatro personas del coche va a saber de todo. Esto es así: 1/4 personas en el mundo sabe de todo. Normalmente están en tertulias televisivas, pero por pura probabilidad habrá uno en el coche.

Ya preparados para salir desde el Camp Nou, lo primero que hay que hacer es sumar cien km a la cifra inicial. Para el algoritmo de Google es muy fácil salir de Barcelona, pero la realidad es bien diferente. Para cuando estés en la ronda ya habrás tenido que repostar como mínimo una vez y haber parado a almorzar. Así, la cifra se queda en 1.961 km. ¿Sigue sin despertar nada, verdad?

El resto del viaje, hasta alcanzar Alemania, transcurre sin problemas. Se entonan canciones culés, se discute sobre alineaciones y se duerme. Duermen todos menos tú y el que lo sabe todo, que aprovecha que los dos de atrás han caído para repartir sabiduría. Entonces llega su momento de gloria. En plena autopista en el que ya ves en carteles la inscripción de Berlín a apenas unos centenares de kilómetros, el copiloto que todo lo sabe te dice: «coge esta salida«. Y la coges, porque tu raciocinio ya está tocado de muerte tras horas escuchando y asintiendo. Llegas a preguntar por qué y él te responde durante diez minutos hasta que llega a la conclusión: uno se ahorra 137 kilómetros por esas carreteras. Son atajos. Y él los conocía. Por supuesto.

Debes reconocer que tiene razón: al final del atajo habéis ahorrado 137 kilómetros exactos. Es cierto que habéis tardado seis horas más y que habéis atravesado varios campos de cultivo, pero él, que sabe el idioma, te comenta que lo que gritaban los alemanes es «Visca el Barça i Visca Catalunya«. No parecían de buen humor. «Normal, nos hemos cargado al Bayern, que aquí lo quieren mucho, pero son tipos deportivos«. Su lógica es buena. Además, ¿cuándo se ha equivocado? Los km, por tanto, se reducen a 1.824. Sin embargo, la cifra no se quedará ahí: tus dos amigos de atrás ya se han despertado y te dicen que hay que pasar por la puerta de Brandenburgo. Eso significa entrar en la ciudad, pero como ellos no conducen les da bastante igual lo que opines. Ellos han pagado la gasolina y quieren espectáculo. Rendido, haces caso y atraviesas la puerta mientras los tres acompañantes exhiben bufandas por las ventanillas y cantan el himno del Barça. Atravesáis Berlín así y la vuelta os ha costado 48 km. Ya estáis por 1.872 kilómetros. Ahora sólo queda aparcar y se da la típica vuelta durante 27 kms. hasta encontrar un sitio. No quieres seguir más en ese coche o temes acabar muerto o siendo del Madrid. La perspectiva te asusta. Es zona azul, pero decides que pagarás tú.

1.899 kilómetros después, el viaje acaba de empezar.