K2, la montaña salvaje

El K2 es una montaña perteneciente a la cordillera del Karakórum, en el Himalaya, en la frontera entre Pakistán, al sur y China, al norte, aunque la India reivindica la región considerando que está íntegramente en su territorio. Con 8.611 metros de altitud es, tras el monte Everest (8.848m), la segunda montaña más alta del planeta y la más difícil de escalar. Junto con el Annapurna es el pico con mayor porcentaje de fatalidades. Por cada cuatro personas que alcanzan la cumbre, una muere en el intento. El K2, al contrario que el Annapurna, nunca se ha escalado en invierno.

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El nombre de K2 se debe a que un equipo topográfico inglés, dirigido por Henry Haversham Godwin-Austen, durante la primera exploración del Karakórum en 1856 –realizada desde el monte Haramukh, a 210 kilómetros al sur– no perdió demasiado tiempo en nombrar las cimas más altas de la cadena montañosa, nombrando K1 y K2 a sus dos picos más prominentes. Más tarde se descubrió que el K1 recibía el nombre local de Masherbrum, mientras el K2 no había adquirido ningún nombre debido a que posiblemente nadie supiera de su existencia al no ser visible desde el último pueblo al sur, Askole. Sólo podía divisarse desde el glaciar Baltoro, una zona bastante inaccesible. Los otros picos originariamente bautizados por K3, K4 y K5, más tarde fueron renombrados por Broad Peak, Gasherbrum II y Gasherbrum I respectivamente.

A falta de un nombre local, se sugirió el nombre de monte Godwin-Austen, en honor de su descubridor –aunque el nombre de K2 se lo puso otro miembro del equipo, Thomas G. Montgomery–, que fue rechazado por la Royal Geographical Society. A pesar de ello se usó en varios mapas y sigue empleándose en ocasiones.

La característica principal del K2 es que se trata de una pirámide perfecta, es la montaña que dibujarían todos los niños. A pesar de que la cima se encuentra a más de 8.000 metros de altura, la montaña sólo se alza poco más de 3.000 metros con respecto a los valles glaciares que se encuentran en su base. El K2 forma parte de un área elevada que incluye el Karakórum, la meseta Tibetana y el Himalaya con el imperial monte Everest como techo. Es posible trazar un camino uniendo las dos cimas más altas del planeta sin descender de los 4.594 metros de altitud.

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La montaña tiene multitud de rutas de ascenso. Las dos vías más populares son la Abruzzo y la Magic Line, y lo son por dos razones bien diferenciadas: la primera es la más utilizada de ascenso y la segunda es, posiblemente, la vía más difícil de cualquier montaña del planeta. Para hacernos una idea, hasta 2004 habían ascendido al Everest 2.238 alpinistas mientras que al K2 tan sólo 246. Por la vía Magic Line ese año coronó el cuarto y último alpinista.

La vía Abruzzo toma el nombre de la expedición italiana que en 1909, dirigida por Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzzos, alzanzó los 6.666 metros en lo que hoy se conoce como el espolón de los Abruzzos. Hoy en día es la vía más habitual y por ella, treinta años después, una expedición estadounidense liderada por Fritz Wissner consiguió llegar hasta los 8.300 metros superando la zona más peligrosa. En esa expedición el K2 se cobró sus primeras cuatro víctimas: el escalador Dudley Wolfe y los sherpas Pasang Kikuli, Pasang Kitar y Pintso.

La conquista final del K2 se produce el 31 de julio de 1954 cuando una expedición italiana dirigida por Ardito Desio alcanza la cima. Los alpinistas Lino Lacedelli y Achille Compagnoni tras dormir a 8.100 metros de altitud en lo que se denomina la zona de la muerte, con tan sólo un 20% de oxígeno, fueron los primeros alpinistas en pisar el último trozo de hielo y nieve del segundo punto más alto del planeta. El porteador pakistaní Hunza Mahdi, que se encargó del traslado de bombonas de oxígeno, resultó vital para el éxito de la expedición.

La segunda ascensión con éxito tuvo que esperar 23 años, hasta que una expedición capitaneada por el japonés Ichiro Yoshizawa, con Ashraf Amman como el primer escalador pakistaní, corona la cima utilizando la misma ruta del espolón de los Abruzzos. La expedición utilizó 1.500 porteadores.

Un año después, James Whittaker –primer estadounidense que escaló el Everest–, Louis Reichardt, James Wickwire, John Roskelley y Rick Ridgeway consiguieron alcanzar con éxito la cima. Wickwire soportó una noche por encima de los 8.450 metros, una altura en la que nadie había pernoctado antes. Esta expedición completó el ascenso iniciado en 1938 por el equipo de Wissner.

En 1979 Reinhold Messner junto a una pequeña expedición formada por tres escaladores italianos (Alessandro Gogna, Friedl Mutschlechner y Renato Casarotto), un austríaco (Robert Schauer) y los alemanes Michl Dächer, Jochen Hölzgen, y la doctora Ursula Grether decide atacar la montaña por la vía más complicada y nunca conquistada: la bautizada por Messner como Magic Line. El primer contratiempo se produjo con la lesión de Grether durante la aproximación, que obligó a Messner y Mutschlechner a llevarla de vuelta a Askole. Los constantes aludes en la zona obligaron a cambiar los planes de la expedición y a ascender por la habitual vía Abruzzo. Messner y Dacher lograron llegar a la cima pero el resto del equipo decidió abandonar debido al mal tiempo.

En 1981, una expedición japonesa consiguió alcanzar por primera vez la punta oeste del K2 (8.230 m) que no se considera una cumbre secundaria. Un año después, Naoe Sakashita, Hiroshi Yoshino, y Yukihiro Yanagisawa conquistaron una nueva ruta, esta vez la difícil arista norte, en la parte china de la montaña. Yanagisawa murió al caerse durante el descenso. En 1983 la expedición española Al filo de lo imposible ascendió hasta los 8.250m aprovechando la vía japonesa de la cara oeste.

El boom se dispara durante el año 1986, cuando multitud de expediciones se acercaron al K2 atraídas por la dificultad de conquistar la cima y por la posibilidad de abrir nuevas rutas. Así, los escaladores polacos Jerzy Kukuczka y Tadeusz Piotrowski abrieron la cara sur por el espolón central en la que se denominaría Polish Line, una vía extremadamente difícil. Consiguieron alcanzar la cima tras cuatro noches de vivac –las dos últimas sin agua y comida– en medio de una tormenta. Durante el descenso por la vía Abruzzo, tras dos días más sin comida y totalmente exhaustos, todavía bajo la tormenta, sin posibilidad de utilizar cuerdas fijas, Piotrowski, que no había sido capaz de ajustarse correctamente los crampones debido a que se le estaban congelando los dedos, perdió uno y mientras intentaba asegurarse se precipitó al vacío.

Ese año se produjo la conquista del K2, por primera vez, de dos alpinistas españoles, Mari Abrego y José María Casimiro, utilizando la vía Abruzzo. También la primera ascensión con éxito de dos mujeres, Wanda Rutkiewicz y Liliane Barrard y la conquista por primera vez de la cima por la vía Magic Line. Los alpinistas Wojciech Wroz, Przemyslaw Piasecki y Peter Bozik, aprovechando parte del encordado que el italiano Renato Casarotto dejó en su último intento que le situó a 300 metros de la cumbre cuando el mal tiempo le obligó a desistir, consiguieron completar la ascensión que Messner había imaginado como posible. Wroz perdió la vida durante el descenso durante un rappel.

A pesar de los numerosos éxitos, el año acabó siendo el peor de la historia, conocido como La Tragedia del K2. Un total de 13 alpinistas fallecieron, además de los nombrados Piotrowski y Wroz, murieron el también polaco Dobroslawa Wolf, los estadounidenses Alan Pennington y John Smolich, los franceses Liliane y Maurice Barrard, el pakistaní Mohammed Ali, los austriacos Alfred Imitzer y Hannes Wieser y los ingleses Alan Rouse y Julie Tullis. El italiano Renato Casarotto de 38 años, durante el descenso de su Magic Line que le dejó a 300 metros de la cima, perdió la vida a tan sólo veinte minutos del campo base, ante la mirada de los alpinistas allí presentes, al precipitarse por una grieta del glaciar de unos 40 metros de profundidad. Pese a ser rescatado, murió debido a las numerosas hemorragias internas en los brazos del también alpinista italiano Gianni Calcagno. Fue enterrado en la grieta como homenaje. 17 años después un grupo de alpinistas catalanes encontró el cuerpo totalmente conservado y lo llevaron al Memorial Gilkey, el punto donde se rinde culto a todas las personas que se han quedado para siempre en el K2. Kurt Diemberger lo relata en su libro K2, nudo y destino.

En 1995, una cordada aragonesa formada por Javier Escartín, Javier Olivar y Lorenzo Ortiz llegaron a la cima bajo un terrible temporal de viento y nieve. Durante el descenso fallecieron los tres escaladores junto con la británica Alison Heargraves, el neozelandés Bruce Grant y el canadiense Jeff Lakes.

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El mejor año sin duda para nuestro alpinismo fue el 2004. Edurne Pasabán conseguía ser la sexta mujer en conquistar la montaña pese a perder dos dedos del pie por congelación –más tarde la italiana Nives Meroi y la japonesa Yuka Komatsu completan las ocho mujeres que han conseguido ver el mundo desde la segunda cima más alta del planeta–. Ese mismo año cinco alpinistas catalanes Óscar Cadiach, Manel de la Matta, Jordi Tosas, Jordi Corominas y Valentín Giró protagonizaron el ascenso más importante del K2, documentado en el vídeo que se puede ver al final del artículo. La cordada catalana atacó con éxito la Magic Line, la ruta suicida. Corominas alcanzó la cima después de que Cadiach y de la Matta abandonaran llegados a los 8.300 metros por problemas de salud y por las dudas que ofrecía el ascenso durante las horas de sol que les quedaban. Corominas siguió adelante consciente de que llegaría a la cumbre durante la noche en medio de una ventisca. Según explica el propio alpinista en una entrevista en la revista Desnivel«lo más duro fue la nieve. Arriba había alguna campa en la que te hundías casi hasta la cintura, lo más duro fue abrir huella en estas zonas. Está claro que hay riesgo, pero si crees que te encuentras bien sigues para arriba. Es un riesgo presente en todas las vías difíciles, o arriesgas o no subes». El catalán se convirtió en la cuarta persona en llegar a la cumbre por la vía más difícil. Además es el único alpinista en solitario que ha conseguido repetir el ascenso por esa vía. Lo hizo sin ayuda de oxigeno, mientras que durante ese año veintiocho de los cuarenta y siete ascensos se realizaron con oxígeno. Sólo tres escaladores en la historia han sido capaces de subir esta montaña mítica dos veces.

Corominas pudo descender por la vía Abruzzo mientras que sus dos compañeros descendían por la misma Magic Line. De la Matta perdió la vida durante el descenso en presencia de Cadiach debido a una peritonitis.

«La Magic Line es el espíritu del alpinismo genuino; reencontrar las sensaciones de explorar terrenos desconocidos. de buscar espacios de incertidumbre. La incertidumbre es importante en un mundo cada vez más previsible, donde la mayoría de nuestras acciones están programadas y calculadas con antelación». Manel de la Matta

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