Messner-Habeler, cuestión de egos

16 de octubre. El día que Messi emuló a Maradona y Maria Antonieta a Luis XVI. El día en que 300 personas reunidas en una cervecería de Múnich presenciaron el primer miting público de Adolf Hitler o Napoleón Bonaparte sufrió su peor derrota en la Batalla de Leipzig. El día, también, que Reinhold Messner pisó la cima del Lhotse, la cuarta montaña más alta del mundo (8.516 metros), para convertirse en el primer alpinista en coronar las 14 cimas más altas de la tierra. Reinhold Messner, un tipo curioso.

«Daba la impresión que fue él el jefe y yo solamente un seguidor. No se lo tomó a mal. A mí no me importaba tanto la aclamación de la masa. Sin embargo, Reinhold necesita el elogio. Necesita mostrarse en público, necesita salir en televisión, necesita las entrevistas. A mi la pose heróica no me va. Existe una foto mía en la cima del Hidden Peak, de 8.068m de altura. En tres partes se publicó con la leyenda ‘Reinhold Messner venció el Hidden Peak’. Amigos y conocidos dijeron: ¿por qué lo permites? ¿No tienes ambición? de este modo todas vuestras empresas comunes serán el show de una persona, de Messner. Otros, quizás hubieran reaccionado de otra manera; yo lo deje correr. Al fin y al cabo no hubiera llegado a cima sin Reinhold. Y él no hubiera podido subir sin mí. Los dos somos igual de buenos. Ninguno regala nada al otro. La diferencia no está en las facultades técnicas, ni en la motivación sino en la manera de ser». Son palabras de Peter Habeler, el tipo que acompañó en no pocas expediciones a Messner, quien cometió la locura de ascender en 1978 el Everest sin oxígeno por primera vez y quien siempre vivió a la sombra del Dios, como un mero acompañante, un secundario en aquellas aventuras.

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Se cumplen 28 años del día en que el alpinista italiano, el más famoso del mundo, acabó su ambiciosa obra maestra, una carrera, sin embargo, llena de luces y sombras que convirtió la figura de Messner en tan admirada como discutida. En 1979 Habeler publicó un libro, Victoria en solitario, que tomando la ascensión sin oxígeno al Everest de un año antes descubría que su compañero no era una persona tan heróica como pudiera imaginar la opinión pública.

‘Tras la cima Habeler opta por el rápido descenso, Messner se relaja tomando planos de cámara sin gafas y recogiendo en una grabadora sus impresiones, alcanzando a Peter en el campo IV para pasar la noche con cegera y entre grandes dolores. Durante la noche Reinhold gritaba de dolor. Sollozaba y lloraba. «No me dejes solo, Peter, por favor; tienes que quedarte conmigo. No bajes solo sin mí», me pedía una y otra vez. Naturalmente pensaba que habíamos acordado, que en un caso como éste, el que estuviera sano debería salvarse. Pero para mí no existía duda: «No te dejaré solo, Reinhold. Por favor, debes creerme. Me quedo contigo. Y bajaremos juntos. Seguro que lo conseguiremos’ reza un apartado de aquel libro, un libro que provocó el final de su amistad porque Messner no quiso volver a escalar con el austriaco.

En un gesto que algunos consideraron de desprecio hacia Habeler, Messner volvió al Everest dos años después, en 1980, para escalar el techo del mundo otra vez sin oxígeno. Y haciéndolo en solitario. Otro record para sumar a su leyenda.

Las gestas de Reinhold están ahí. Entre 1970 y 1986 ascendió los 14 ‘ochomiles’ de la tierra y en 1978, tras la ascensión al Everest, regresó al Nanga Parbat, su primera conquista de este calibre y en cuyo descenso falleció su hermano Günther. Fue acusado de haberle abandonado para que no le pudiera hacer sombra pero él siempre defendió que fue debido a un alud que se produjo cuando ya estaban en la parte inferior de la montaña. En su regreso quiso demostrar su inocencia e hizo el recorrido al revés (ascender por Diamir y descender por Rupal). En la expedición perdió todos los dedos de los pies y algunos de una mano por la congelación. Al cabo de los años, en el verano de 2005, se encontraron los restos de Günther en el valle del Diami y quedó demostrada la ‘inocencia’ de Messner.

Defensor de un estilo de escalada alpino, autosuficiente en el que el montañero transporta todo lo necesario y se ayuda lo menos posible de terceros como los Sherpas, el alpinista italiano fue acusado de egoista y uraño en la montaña. Retirado en 1989, se dedicó a partir de entonces a dar conferencias y escribir libros antes de entrar en política y llegar al Parlamento Europeo por la Federación de los Verdes de Italia entre 1994 y 2004. Hoy, con 70 años, sigue al tanto de sus negocios relacionados con el alpinismo y es un firme defensor de la montaña. Pero su controvertida figura se mantiene como un icono en el montañismo.

Su antiguo amigo, de 72 años, mantiene el record de ser el primer europeo en subir las grandes paredes del Parque Nacional de Yosemite, ascender la cara norte del Eiger en diez horas o apostar por las ascensiones rápidas a las cumbres. Peter Habeler, que comenzó a los seis años en el alpinismo, fue compañero y amigo íntimo de Reinhold Messner desde 1969 y hasta 1978. Sin interés ninguno por la fama, el austriaco se conformó con ascender cinco ochomiles y en el año 2000, ya retirado de las grandes gestas, quiso volver a subir al Everest, lo cual no consiguió por una infección respiratoria.

Pero en la historia no podía quedar como un simple secundario. «Reinhold no habría podido subir sin mi y yo sin él tampoco». Y cuando se cumplen 28 años de la última gesta de Messner, bueno es recordar que su leyenda no fue una heroicidad individual.

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