Sanción al club, no a La Masía

La desproporcionada sanción de FIFA al Barça que se hizo pública ayer es un golpe duro para un club que cuida como pocos la formación de jóvenes futbolistas. La Masía ha sido, es y seguirá siendo un modelo a imitar por otras instituciones deportivas que ven en la inversión en la cantera una vía para crecer. Desde hace más de 30 años, los niños que llegan de todo el mundo reciben allí una formación integral –deportiva, humana y educativa– que, lleguen o no a dedicarse al fútbol, les ayuda a desarrollarse.

El modelo formativo del Barça no está siendo cuestionado. La Masía seguirá siendo considerada como una de las mejores escuelas deportivas del mundo, una residencia de la que ha salido un buen puñado de futbolistas de primerísimo nivel y muchos otros que, sin serlo, han podido desarrollar su carrera profesional en diversos equipos.

En su día, el club apostó por crear ‘sucursales’ de La Masía en otros puntos del mundo, escuelas de fútbol que sirvieran para captar nuevos talentos, sí, pero que cumplieran también una labor social que en muchos países no se da en el día a día: utilizar el deporte como vía de inclusión y formación no sólo de futbolistas, sino también de personas. Uno de esos ejemplos fue FC Barcelona Luján Juniors, llamada también ‘La Masía argentina’, que comenzó a funcionar en 2007 y fue clausurada cuatro años después, tras el cambio de directiva azulgrana, por motivos económicos. El club cuenta también con escuelas de fútbol en varios países del mundo, centros que pretenden formar jugadores de 6 a 12 años y extender la marca Barça a nivel global.

Negar que los niños que llegan a La Masía reciben una atención infinitamente mejor que en sus países de origen sería absurdo. El esfuerzo del club en este sentido ha sido siempre enorme, pero ese modelo de excelencia, esa cultura de cantera que tanto orgullo genera en los culés, no puede dejar de lado que algo se ha hecho mal.

La sanción de FIFA no evalúa la calidad de la inmejorable atención humana, educativa y deportiva que ofrece el Barça a los residentes de La Masía. El castigo viene dado por el incumplimiento del reglamento sobre el estatuto y la transferencia de jugadores que, en su artículo 19, regula las condiciones que deben darse para poder incorporar futbolistas menores de edad.

Y si, como todo parece indicar, ese incumplimiento es flagrante e innegable, alguien debería reflexionar sobre el modo en que se hacen las cosas, porque todo el trabajo de imagen de marca que se viene realizando desde hace años puede venirse abajo por una negligencia que el club no puede permitirse.

La sanción viene de una denuncia anónima que no tendría mayor importancia de haber actuado de forma correcta. Recurrir una vez más a la existencia de manos negras y teorías conspiranoicas no es una buena forma de transmitir confianza, y esa confianza es más necesaria que nunca cuando pretendes gestionar y poner en marcha un proyecto de 600 millones de euros como es el Espai Barça.

Resulta incomprensible que un club profesional con un presupuesto como el del Barça no tenga mecanismos para evitar que se produzcan esos errores o que sus ejecutivos, una vez cometidos, los ignoren cuando saben desde hace meses que todo el asunto está en marcha. Pero, sobre todo, los dirigentes de una institución como el Barça no pueden pensar que están siempre por encima del bien y del mal. Y, lamentablemente, ni es la primera vez que ocurre, si posiblemente sea la última.