Copa del Rey: la final de los futbolistas

Desde que el Barça logró en 2009 hacerse con Copa, Liga y Champions League se ha instaurado el famoso triplete como una meta a reeditar. No sólo por el barcelonismo, que también, sino por prácticamente cualquier rival. Lo tiene al alcance la Juventus y lo persigue año tras año, de momento sin éxito, el Real Madrid.

Muchos olvidan que triplete es hoy una palabra tan fácil de pronunciar como difícil de lograr. Una vez eliminado el eterno rival de la Champions League y conquistado el título de Liga, muchos piensan que la triple corona está poco menos que conseguida, hasta el punto que uno no tiene muy claro cómo se interpretaría un supuesto escenario en el que el once de Luis Enrique sólo llevara a las vitrinas del museo el campeonato doméstico.

Hoy, el Barça tiene la oportunidad de ganar el segundo título de la temporada en un Camp Nou que presentará un aspecto diferente. Un Camp Nou donde el rojiblanco predominará sobre el azulgrana, como ocurre siempre que hay una final contra el Athletic Club, un fenómeno fruto de la conjunción del extraño reparto de las entradas entre los contendientes, del atajo que muchas de las federativas toman hasta Bilbao y, todo hay que decirlo, del afán de negocio de algunos seguidores barcelonistas que, ávidos por meterse algunos euros en el bolsillo, lograrán que se vean camisetas de los leones entre la grada local.

No será la final de la Copa del Rey un paseo militar, por mucho que suene la Marcha Real que, con certeza, se llevará una pitada tan sonora como marcial, seguramente alentada por las declaraciones de los políticos y de personajes como Javier Tebas, más pendientes de pedir sanciones y decir tonterías que de arreglar el podrido mundo del fútbol.

A las 21:30 horas, Barça y Athletic disputarán su tercera final de la Copa del Rey en los últimos seis años. Hasta ahora, el balance moderno es claramente favorable al equipo blaugrana, tanto como el favoritismo que muchos le otorgan. Si la lógica reinara en esto del fútbol, el resultado estaría más que claro, pero una final como la de esta noche es diferente. Luis Enrique lo sabe porque si algo ha demostrado en estos meses es haber sabido aislarse –por carácter o por necesidad, que eso es otra historia– de eso que rodea al equipo y que él denomina ruido.

Ante la ilusión bilbaína y con una afición que hace horas que tomó Barcelona, gran parte del barcelonismo contempla el partido de hoy no como la posibilidad de ganar un título, sino como un paso hacia el triplete, transmitiendo la sensación de que daría igual si en lugar de la final de Copa fuera la del torneo Danone. Para muchos, la Copa del Rey sirve para sumar una hoja del trébol, no para festejar. Y ahí radica la diferencia de enfoque entre una afición y otra.

Afortunadamente, la afición hace ruido, pita lo que haga falta y anima desde la grada, pero no juega. De eso se encarga un grupo de futbolistas capitaneados por un Leo Messi que, pese a la proximidad de Berlín, tiene entre ceja y ceja la obtención del segundo título del año. Y mientras no se demuestre lo contrario, el fútbol sigue siendo cosa de futbolistas. Disfruten del espectáculo.

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