La camiseta de Piqué desnuda a cierta prensa

Transcurría el domingo con aparente tranquilidad cuando el mundillo del periodismo deportivo bufandero se fijó en la camiseta de Piqué. El central catalán, que tiene la costumbre de jugar con manga larga aunque se esté fundiendo el planeta, había recortado las mangas de la camiseta de la selección para vestirse con una camiseta térmica. Y algo tan aparentemente normal como la manía de un deportista se convirtió en un terremoto que duró lo que tardó Ricardo Sierra en mostrar las mangas de la discordia.

Antes, más pendientes del detalle que el partido de la selección española en Albania, la caterva de cenutrios de siempre, cegada por una mezcla de odio a Piqué, nacionalismo –del español, que es el único y verdadero, claro– y búsqueda perpetua de clics habían comenzado a linchar al defensa del Barça.

La mayoría de medios, con pocas excepciones, daban por hecho que de la camiseta de Piqué había sido extirpado un ribete con los colores de la bandera española. Por mala fe e independentismo, faltaría más. El demonio Piqué volvía a menospreciar a la patria.

Todos a por la camiseta de Piqué

As, Marca, el panfleto de Eduardo Inda donde alojan a analfabetos como el tal Ojeda, la casposa tasca de Pedrerol… Incluso algún diario de información general hizo correr la presunta información como cierta. La bandera nacional había sido eliminada de la camiseta de Piqué. Eso era así y punto. Y si no, ya tenemos los clics en la web.

Dejando de lado la verborrea de exportavoces del gobierno como Miguel Ángel Rodríguez –que no olvidemos que actúa como comentarista de partidos (!) en Radio Marca– o de jefes de contenidos de grupos de comunicación como Francisco Sierra, de Atresmedia (La Sexta, Antena 3, Onda Cero) Digital, el papel de los medios y de algunos periodistas es digno de estudio.

Editar no es rectificar

Un ejemplo de ello es la información publicada por As.com y firmada por Joaquín Maroto, un periodista que no es un becario al que echarle la culpa, ni tampoco un machaca de los que se ven obligados a escribir lo que sea por un salario de mierda. Maroto, con más mili que el palo de la bandera, se hacía la noticia encima. Y la publicó: “Piqué se recorta los colores de España de las mangas”.

la camiseta de PIqué
La camiseta de Piqué, antes…

Apenas unos minutos después, los que pasaron desde que se formó el lío hasta que acabó el partido y se aclaró todo, en As.com decidieron editar la información y en un claro ejemplo de cinismo titularla, convenientemente suavizada, como “Piqué alborota las redes al cortar las mangas de su camiseta”. Ya no había colores de España, pero Piqué seguía siendo un alborotador, claro. No vaya a ser que se nos estropee la historia. De la información anterior apenas quedó algo más que la foto.

la camiseta de PIqué
… Y la camiseta de PIqué, después.

Y no. Piqué no alborotó nada. Ni tampoco fue Twitter. Fue el ansia de hacer daño de unos cuantos periodistas y de otros que dicen serlo el que montó todo el follón. Comenzó entonces la fiebre del borrado de tweets y la extraña metamorfosis de las piezas publicadas en las versiones online de los diarios. Encuestas sobre si el lector entiende a Piqué, sobre si debe dejar la selección y, lo más sonrojante de todo, artículos cargados de cinismo de los mismos que justificaban los pitos a Gerard Piqué en las anteriores convocatorias de la selección.

El colmo lo encontramos en Marca, capaz de tuitear el asunto de la camiseta de Piqué y de poner en portada “injusta polémica”; en tertulianos del chiringuito nocturno de cuñados lamentando lo que se ha montado cuando ellos mismos llevan años instigándolo o en presentadores de espacios deportivos de televisión que están llenando desde no se sabe cuándo sus tres cuartos de hora de emisión diarios con gilipolleces de este estilo.

Las historias han muerto, el clic es el rey

Tenemos un periodismo deportivo dominado por la basura, por gente que quiere que se hable de ellos aunque sea mal y, sobre todo, por la dictadura del clic. Resulta ya imposible encontrar un titular informativo en las webs de los cuatro grandes diarios deportivos. Todo es “el zasca de fulano a mengano”, “conozca la perla que sigue el Madrid” o “Guardiola quiere pescar a un canterano” de turno, anzuelos para que el consumidor de información haga clic, porque el clic aumenta los ingresos de publicidad de los que viven los medios.

Suponer que ese mismo clic llegaría con piezas de mayor calidad debe ser de ingenuo. Tal vez yo lo sea. Debo aceptar que el clickbait es el nuevo rey, un rey que comparte trono con el balón rosa y con esa infalible moda de publicar piezas de culos y tetas relacionadas de forma tangencial con el mundo del deporte.

Sin pudor

Lo cierto es que no sé de qué me sorprendo. Seguramente debamos aceptar ya que el tema de la camiseta de Piqué no es más que el reflejo de un cambio de modelo en los medios de comunicación que les lleva irremediablemente hacia el vertedero. Nos llega una “información”, no la contrastamos, le damos pábulo, ganamos visitas (clin, clin, caja), soliviantamos al populacho y creamos una ola que ríete tú de las de Hawai.

¿Que luego no es cierto y todo se derrumba? ¿Que la RFEF hace un comunicado para desmentir el lío? ¡Qué más da! Nos convertimos de repente en los más dignos del mundo y lamentamos que todo el mundo diera vidilla a la mierda que inventamos y esparcimos nosotros. ¿Nosotros? No, fue twitter. O el becario. O vaya usted a saber. De todos modos, en dos días se habrá olvidado el tema, igual que en su momento se olvidó el de las medias de Xavi y Puyol.

Piqué lo deja

El asunto de la camiseta de Piqué ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del central catalán, que ha anunciado que dejará la selección tras el Mundial de 2018. Seguramente tarde para muchos y pronto para otros cuantos, pero es su decisión y deberá apechugar con ella durante los dos años que quedan para la cita de Rusia y aguantar la reacción de los mismos paletos que le han silbado desde hace años.

Yo no soy Piqué. No soy –además de nadie– más que un periodista enamorado de su profesión o de lo que queda de ella. Pero sí tengo claro que de mí no saldrá un solo clic más para ese negocio. Si necesito basura iré al McDonalds, pero mi salud mental me obliga a apearme aquí como consumidor de esa droga barata. Me consolaré con los pocos reductos sanos que quedan en el periodismo deportivo. Lo demás, con su pan se lo coman.