Queda ya lejos el tiempo en que los banquillos de La Liga española de fútbol eran ocupados mayoritariamente por entrenadores de otros países. La temporada que acaba de arrancar y de la que hay hemos consumido dos jornadas, se caracteriza por el protagonismo local a la hora de dirigir a los equipos de primera división.
Así, solamente seis de los veinte equipos que configuran la categoría tiene inquilinos extranjeros en sus banquillos. Se trata de Zinedine Zidane (Real Madrid), Diego Pablo Simeone (Atlético de Madrid), Gustavo Poyet (Betis), Eduardo Berizzo (Celta), Jorge Sampaoli (Sevilla) y Mauricio Pellegrino (Deportivo Alavés). El resto, incluyendo al actual campeón de La Liga, con Luis Enrique en su tercer año al frente del FC Barcelona, ha apostado por entrenadores nacionales.
El fenómeno es relativamente nuevo y debe relacionarse forzosamente con las primeras experiencias de los técnicos españoles en otras ligas. Y ahí cobran importancia los nombres de Rafa Benítez y Juande Ramos, dos de los primeros en dar el salto que posteriormente efectuaron con fortuna diversa Víctor Fernández, Quique Sánchez Flores, Michel, Lopetegui o Pep Guardiola, aunque el caso del catalán pueda ser considerado diferente.
La formación y La Liga
¿Dónde radica el secreto de ese cambio? Seguramente, en la formación. El técnico español ha sabido adaptarse a los tiempos y ya no es el tipo que, ataviado con un chándal, optaba por el grito, el sudor y la fuerza en detrimento de la táctica. El entrenador de hoy es moderno, se apoya en la tecnología y no duda en delegar parte de sus funciones a especialistas en materias como la nutrición, la psicología en el deporte, la preparación física, el scouting y análisis de los rivales o el entrenamiento específico por puestos.
Apagado ya el pebetero, los focos del deporte en nuestro país vuelven a centrarse en La Liga y en la inminente llegada de la Champions League. Y ahí, en ambas competiciones, los entrenadores españoles tienen mucho que decir.
