El Barça tiene trabajo tras el clásico

Perdió el Barça con justicia en el clásico del Bernabéu. Lo hizo, fundamentalmente, por cuatro razones: los errores individuales –presentes también en la derrota de París–, el querer jugar a algo que no sabe, la incapacidad para mostrar ningún síntoma de reacción ante los goles del Madrid y, por último, la mejor lectura del encuentro que hicieron los blancos.

El equipo de Luis Enrique pudo haber encaminado el partido en el primer tiempo de no haber fallado algunas ocasiones claras ante la portería de Casillas ya con el 0-1 en el marcador. Salvo los diez frenéticos minutos del Real Madrid que siguieron al tanto de Neymar, el Barça no pasó más apuros de los previstos cuando se juega ante el campeón de Europa. El técnico asturiano alineó al centro del campo clásico de la etapa triunfal (Busquets, Xavi e Iniesta) pero no logró el control del juego. O peor aún, no pareció buscarlo. Los primeros 45 minutos se convirtieron en un correcalles sin que apareciera la pausa necesaria. Es probable que el Barça hubiese perdido igualmente de no producirse la jugada del penalti, una acción tan una clara como absurda y poco propia de un jugador con la experiencia de un Piqué que, a cada año que pasa, más síntomas de decadencia muestra. Un error a la altura del cometido entre Mascherano e Iniesta en la jugada del 3-1 definitivo.

Con todo, el central catalán no es más que el máximo exponente de una línea defensiva en la que Dani Alves se convierte en la menos mala –siendo pésima, preferible a Montoya y Douglas– de las opciones para el lateral derecho, en la que Bartra no parece contar y donde se prefiere poner a Mathieu como lateral izquierdo en detrimento de un Jordi Alba que tampoco está demasiado fino. Queremos que Mascherano sirva para un roto y un descosido mientras Vermaelen, el hombre “de rendimiento inmediato”, ni está ni se le espera.

Conviene reconocer que hoy por hoy, el centro del campo del Real Madrid tiene más fútbol que el del Barça, que no supo aprovechar nunca el modo en que los merengues se partieron en un vulnerable 4-2-4 tras encajar el gol de Neymar. Modric, Isco, Kroos y James sobrevivieron y, una vez su equipo remontó el partido, se hicieron dueños del juego.

La famosa intensidad que tanto hemos alabado al Barça de Luis Enrique se desvaneció tras el gol de Pepe y en ningún momento se intuyó, siquiera, una leve reacción. El Madrid del 4-4-2 generado por la ausencia de Bale es dominante y, frente a eso, sólo queda una opción: arrebatarle el balón, moverlo con velocidad y paciencia hasta descolocar su posicionamiento táctico. Y, a día de hoy, ni Xavi ni Iniesta están para eso, como tampoco lo estuvo hoy Busquets –brillante en el primer tiempo– ni Rakitic en la media hora que deambuló sobre el césped. El problema es que cuando Luis Enrique miraba al banquillo, no veía más que a Sergi Roberto.

Arriba está lo poco positivo que se puede extraer de este partido: el estado de forma de Neymar y los detalles de un Luis Suárez a quien le ha faltado esa décima de segundo de reacción para llegar a algún balón que se obtienen con minutos de juego, pero que aportará goles. Sobre Messi está todo escrito, aunque hoy se ha visto de nuevo que en el segundo tiempo tiraba en exceso de ese recurso de la desesperación que es bajar al centro del campo a buscar los balones que no le suministraban sus compañeros. Y ya se sabe: cuanto más lejos del área, menos peligro genera. Hoy, el revulsivo fue un Pedro nuevamente gris, mientras Sandro, un futbolista inexperto pero que siempre hace que pasen cosas en ataque, lo miraba desde casa por televisión.

El Madrid ganó, pero por muchas portadas grandilocuentes que leamos esta noche o mañana, sigue por detrás en la clasificación. Estamos en octubre, hay mucho por mejorar y calidad suficiente en muchos de los jugadores de la plantilla incluso para llevarse el gato al agua en la Liga, porque Europa es otro cantar. En otras posiciones hay que aguantar el lastre de las medianías hasta 2016 gracias a la sanción por ser más guapos que nadie.

Luis Enrique tiene trabajo. Y la primera tarea debe ser volver a situar la meritocracia como criterio fundamental en la confección de alineaciones y convocatorias. A partir de ahí, la reconstrucción que no se supo hacer desde el éxito puede convertirse finalmente en la anhelada realidad que llegue desde la sequía del último ejercicio. Y nada mejor que hacerla desde el liderato que, no olvidemos, aún mantiene. Confiemos.