Messi: el divorcio que viene

Leo Messi está ya en Barcelona y la paz se ha ido al garete. Cuando repetir que fracasó en el Mundial –obviando que llegó a una final que tantos otros tuvieron que ver por televisión– ha perdido ya actualidad y consistencia, es momento de desenterrar su divorcio con el Barça. Da igual que acordase su renovación, no ocupa que se haya mantenido en silencio y no interesa, al contrario, dar cuenta de las ganas con que le espera Luis Enrique. Porque Messi no está a gusto y el club está por la labor de traspasarle. Si puede ser hoy, mejor que mañana.

Desde el pasado lunes circulan por la red ciertas noticias que van avanzando lo que en breve amenaza con saltar a las pantallas de televisión y convertirse en portada: parte de la directiva del Barcelona apuesta por la venta inmediata del argentino.

Los argumentos no son para nada nuevos, al contrario. Se enlaza que Messi no está contento con el trato humano del club con la poca ilusión que le transmite el nuevo proyecto liderado por Luis Enrique y a partir de ahí se explica que frente a ello, varios integrantes de la junta presionan a Bartomeu con un traspaso que sanearía las cuentas, abriría una nueva era y solucionaría un problema que, aseguran, de lo contrario irá en aumento en un plazo inmediato.

Sin que Messi haya abierto la boca, se asegura que el ‘yo lidero a este equipo’ que manifestó Luis Enrique le ha sentado fatal. Como si fuera una advertencia o un disparo a su papel en el vestuario. Aunque Messi no hable, cualquiera parece tener acceso a su entorno más próximo para desvelar su estado emocional y si en mayo, cuando acordó su continuidad, se desveló que una de las claves fue la promesa de Bartomeu de reforzar a conciencia la plantilla, a finales de julio se apunta a que el fichaje de un jugador como Luis Suárez le molesta.

No hay paz posible para Messi. Si marca 50 goles andando la crítica es porque no corre como antes y si recupera la chispa el discurso dirá que el equipo no le acompaña y debe hacerlo todo solo. Nada nuevo, todo envenenado. Un discurso en el que se cambia el orden de las palabras, el vocabulario de la noticia, para repetir machaconamente lo mismo con el objeto de, en plena pretemporada, encender la mecha de la crisis.

El PSG tiene un borrador de contrato guardado en la caja fuerte y el Manchester City listo un documento en la bandeja de salida de su correo electrónico para asaltar el fichaje. En cualquier momento leeremos o escucharemos que Messi ha regresado a Barcelona con la intención de empaquetar sus Balones de Oro y largarse a toda prisa y se desempolvarán sus declaraciones de hace más de un mes en que dejaba en manos de la gente del Barça su futuro haciendo ver que son actualidad rabiosa.

Se supone que Bartomeu, con un ojo puesto en la Audiencia Nacional, debe conocer todo lo que se va filtrando a través de las redes sociales, las noticias que medios con mayor o menor credibilidad van publicando al respecto y tiene claro que en breve la noticia saltará a alguna portada para abrir la Caja de Pandora.

Cada cual puede interpretar lo que quiera, faltaría más. Pero lo que parece claro es que Messi, sin abrir la boca, sin comerlo ni beberlo, va a volver al primer plano mediático por un divorcio que sin existir hay que provocar. Caiga quien caiga y usando cualquier argumento, por ridículo que sea, para conseguirlo.